Ana Fabricia, apagaron su voz pero no su eco

Opina - Conflicto

2016-06-07

Ana Fabricia, apagaron su voz pero no su eco

Hace cinco años, mientras se transportaba en un bus, fue asesinada Ana Fabricia Córdoba. Su voz, incómoda para muchos sectores, fue acallada.

Pese a sufrir el desplazamiento fuera y dentro de la ciudad, la muerte de familiares en Urabá y Medellín, amenazas de varios bandos, señalamientos falsos que le costaron hasta dos meses en la cárcel y  todo tipo de trabas para acceder a derechos fundamentales, se mantuvo en pie de lucha constante.

Ana Fabricia se convirtió en vocera de otras mujeres que, al igual que ella, reclamaban garantías y oportunidades para vivir dignamente en una ciudad que las recibió por la puerta trasera como a miles de campesinos que forzosamente llegaron a ocupar sus laderas. En el 2001 se asentó en la comuna 13, de donde tuvo que salir por presión de milicias guerrilleras. Paradójicamente, años después cuando vivía en el barrio La Cruz, fue señalada como integrante de una de ellas y pasó dos meses en la cárcel del Buen Pastor.

Y es que a la par que atravesaba junto con su familia estos círculos de injusticia y violencia, sus reclamos se hacían cada vez más fuertes. La muerte de uno de sus hijos en circunstancias no esclarecidas y que al parecer involucran a miembros de la Policía, sumada a otras denuncias previas  sobre la connivencia esta institución con actores ilegales, le granjearon  más problemas.

Ella sabía que en cualquier momento podía encontrar la muerte y por eso se movilizaba de un lado para otro constantemente, a veces pasaba las noches lejos de su hogar para protegerse a sí misma y a su familia. Su vida hasta el final fue un desafío permanente a las amenazas que llovían en su contra.

Participó en la fundación de la organización Latepaz (Líderes Adelante por un Tejido Humano de Paz) y el grupo de Mujeres Aventureras Gestoras de Derechos del barrio La Cruz. También hizo parte de la Ruta Pacífica de las Mujeres. Desde estos colectivos y en cualquier escenario en que podía hacerse escuchar, Ana Fabricia alzó la voz sin temor; buscó incesantemente un apoyo que no encontró a pesar de las múltiples denuncias que realizó ante la Fiscalía,  la Procuraduría y autoridades municipales.

Imagen cortesía: semana.com

Imagen cortesía: semana.com

En varias ocasiones fue tildada de “paranoica” cuando aseguraba que su vida estaba en peligro, pero los hechos se encargaron de demostrar lo contrario. En el año anterior a su muerte se le ofreció acompañamiento por parte de la Policía, la misma entidad que ella denunciaba, por lo que este tipo de ayuda no le resultaba confiable.

El 7 de junio de 2011 en las horas de la mañana cuando abordó un bus de su barrio, un sujeto le disparó y el mal presagio que ella tuvo desde años atrás, se hizo realidad. En el momento de su muerte, ya tarde, hubo solidaridad con sus familiares y se exiliaron por un tiempo pero la espiral de violencia siguió tocando a su puerta y en 2014 otro de sus hijos perdió su vida en un ataque armado.

Los golpes sistemáticos contra la integridad de su familia a manos de todo tipo de actores y que fueron el origen y móvil principal de sus luchas, la convirtieron en líder y, después de su muerte, en símbolo de quienes a pesar de ser hostigados y perseguidos, mantienen la cabeza en alto y la voz firme contra la injusticia social.

En Colombia los defensores de derechos humanos son condenados al abandono y en mayor medida si sus denuncias comprometen a actores con poder.

Ana Fabricia fue una de esas pocas voces valientes que utilizó todo lo que tuvo a su alcance para hacerse sentir aunque le costara la vida y como ocurre en otras tantas ocasiones, la justicia ha cojeado para esclarecer quiénes fueron los responsables de su muerte. Pese a la impunidad que rodea su caso, no ha sido olvidada por quienes conocieron su lucha y hoy su eco está presente en otras mujeres y víctimas del conflicto, quienes siguen teniendo un difícil panorama en la defensa de sus derechos.

Publicada el: 7 Jun de 2016

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Carolina Valle
Periodista.