Álvaro Uribe Vélez, la sombra siniestra detrás de Iván Duque

Se debe mirar entonces la relación de servilismo y el talante de Iván Duque frente a la sombra de su mentor o como él lo llama “su presidente eterno”.

Opina - Política

2018-06-14

Álvaro Uribe Vélez, la sombra siniestra detrás de Iván Duque

El próximo domingo nos jugamos una vez más el futuro de la nación. Muchos irán a las urnas con esperanza y otros lo harán resignados, millones expresarán su ilusión por el cambio, pero seguramente la gran mayoría votará motivada por el miedo. Hoy muchos ven a Gustavo Petro como alguien que genera incertidumbres y otros reconocen en la figura de Iván Duque a un hombre con posibilidades de renovar la política, nada más alejado de la realidad.

Para entender lo que está en juego en estas elecciones y lo que significa el regreso a lo más alto del poder de Álvaro Uribe a través de su candidato Iván Duque, tenemos que regresar a agosto de 2002, justo en la fecha en la que el hoy senador iniciaba su primera Presidencia.

Nunca olvidaré aquella mañana de octubre de 2002; habían pasado apenas un par de meses desde la llegada del nuevo presidente, el paramilitarismo se tomó las calles de Valledupar y vimos cómo unos tipos en motocicletas a pleno medio día perseguían a un joven que se atrevió a increparlos por alguna nimiedad. El infortunado fue acorralado en un solar abandonado y obligado a poner la mano sobre una piedra donde con una fuerza brutal le fue cercenada de un tajo, acto seguido y entre gritos de desesperación e impotencia, le hicieron lo mismo en su otra extremidad. Jamás olvidaré el rechinar del machete afilado al golpear la piedra tras haber cortado por completo la mano. Luego lo patearon en la cara y las costillas y lo dejaron ir corriendo medio moribundo, mientras se le veía aferrarse a la vida en solitario sin que nadie pudiera hacer nada para ayudarlo por físico miedo.

Valledupar era un infierno y ese fue apenas el comienzo de una ola de persecuciones, muerte y desolación que a muchos nos tocó vivir. Y así ocurrió en muchas ciudades, pueblos y veredas del país, lo que significó más de 7 millones de desplazados. Con la llegada de Uribe al poder, llegaron grandes desgracias que hoy muchos parecen haber olvidado y otros jamás conocieron. Ese pasado es el que estamos a punto de revivir o sepultar para siempre con solo marcar una equis.

Lo cierto es que desde que Álvaro Uribe tuvo alguna cuota de poder y prestigio, emprendió una carrera en la que la constante sería la intriga y la muerte, como lo señalé en mi columna y aunque la justicia no ha logrado probar ninguna de las casi 300 investigaciones por las cuales se le sindica, tampoco hay un punto final con una absolución en la que se diga abiertamente que es inocente.

Esa cuota de poder que lo llevó a autorizar licencias de vuelo para narcotraficantes, la misma con la que impulsó la creación de las Convivir que sería la génesis del paramilitarismo y su favorecimiento a los grandes grupos económicos a expensas de la calidad de vida de trabajadores, en detrimento del sistema de salud y la desfinanciación de la educación, mientras paralelamente vendía o privatizaba empresas del Estado y favorecía la inversión en el aparato militar.

Han pasado 16 largos años y Álvaro Uribe Vélez aún sigue aferrado al poder gobernando en primera persona o poniendo fichas a su antojo. Esto nos trae al presente de la campaña presidencial en la que una vez más busca el poder con alguien al que la mayoría reconoce con el remoquete de “el títere de Uribe”.

Se debe mirar entonces la relación de servilismo y el talante de Iván Duque frente a la sombra de su mentor o como él lo llama “su presidente eterno”.

Cualquiera diría que por la educación privilegiada que recibió, Duque aprendió de buenas prácticas y normas de conducta y, por eso, se muestra como un conciliador con su lema: “soluciones, no agresiones”.

¡Pamplinas! Es fácil para él mostrarse así, pues mientras vivía en el exterior, entre élites y comodidades ocupando puestos obtenidos gracias al amiguismo político (como buen delfín hijo de dirigente político tradicional) en entidades como el BID, en Colombia los paramilitares hacían “limpieza social” acabando con la vida de personas a quienes acusaban de informantes o guerrilleros y cometían masacres en las que jugaban fútbol con la cabeza de las víctimas. Para él es fácil ignorar la polarización, cuando no entiende por qué el conflicto se quedó impregnado en la psiquis de millones de colombianos. Ahora le llaman polarizar cuando Gustavo Petro recuerda en sus discursos a aquellos que lo han perdido todo y que merecen recuperar algo de su maltrecha dignidad.

Detrás de Iván Duque está la sombra de Uribe quien es sinónimo de terror y muerte. Por eso el candidato no se desgasta discutiendo, pues su partido actúa como una secta en la que juegan al policía malo y al policía bueno; mientras él se muestra tolerante su ejército de copartidarios ataca, destroza e inventa noticias carentes de cualquier principio ético, mientras el candidato solo guarda silencio, y cuando le preguntan por las acusaciones contra Uribe se indigna por pensar siquiera en la idea de que el expresidente pueda ser llevado ante los estrados judiciales ¿Se imagina el nivel de impunidad al prosperar en su idea de eliminar las cortes que imparten justicia en el país?

Existe suficiente evidencia para saber que detrás del senador Uribe hay una estela de muerte que viene desde sus mandatos en Antioquia, donde aún es investigado por su presunta responsabilidad en las masacres del Aro y la Granja cuando fue gobernador. También hemos visto en tiempo real la muerte sistemática de una serie de testigos que hacían parte de los procesos en los que se ha visto inmerso su hermano Santiago, por el dilatado proceso en el que es señalado como presunto creador y jefe del grupo paramilitar los 12 apóstoles. Este grupo sanguinario, según las investigaciones, tenía su centro de operaciones en la finca “La Carolina” de propiedad de la familia Uribe Vélez y se le sindica de haber asesinado al menos a 509 personas en esa mencionada limpieza social.

Aquí nos abofetea la cruel ironía de la historia: a este grupo se le denominó los 12 apóstoles porque uno de sus miembros era el sacerdote Gonzalo Javier Palacio Palacio “el cura de las dos biblias”, quien llegó a Yarumal, municipio de ubicación de esta hacienda y allí recibía las confesiones de los feligreses a quienes les pedía detalles exhaustivos de sus culpas o las de otras personas que posteriormente aparecían asesinadas y expuestas a la vista del pueblo para “escarmentar”. Si se preguntan por esas biblias, en la primera llevaba su habitual evangelio sacerdotal y la segunda servía solo de estuche con un espacio hueco en la mitad donde guardaba su revolver Smith and Wesson, el cura era el principal informante del grupo criminal y tenía voz de mando para perpetuar masacres. ¿Puede haber algo más sórdido y macabro?

Volviendo al gobierno del presidente Uribe, no se nos puede olvidar los asesinatos de más de 8 mil personas conocidos como “falsos positivos”. Años después del estallido de este escándalo fue condenado el primer alto oficial de las fuerzas militares Hernán Mejía Gutiérrez luego de que se le comprobara que bajo su mando en el batallón la Popa de Valledupar fueron legalizadas las bajas de 19 paramilitares reportadas en el municipio de Bosconia y mostrados como guerrilleros caídos en combate.

Se comprobaría posteriormente, que se trató de una purga al interior del grupo paramilitar comandado por “Alias 39” y entregados sin vida al coronel quien recibió reconocimientos y beneficios por aquellas bajas que se volvieron desde ese momento un macabro plan de beneficios militares instaurado ilegalmente y a partir de allí se extenderían a Cúcuta, Soacha, Valle del Cauca y el resto de territorios hoy por demás conocidos.

¿Cómo es posible que Iván Duque vaya con su campaña a Soacha y no haga una sola mención al tema? ¿Por qué revictimizar a las miles de madres que han sido tratadas con el mayor desprecio por parte de su jefe Álvaro Uribe?

Duque tampoco ha sido capaz de reprobar con contundencia los señalamientos que su mentor ha hecho contra líderes sociales, profesores y medios de comunicación. Buscan suprimir la justicia, concentrar los órganos de poder en su partido, quedarse con el manejo total del legislativo, ejecutivo y judicial, poner su propio fiscal, procurador y demás entes de control y, por si fuera poco, han conformado un séquito de políticos corruptos a los cuales les entregarían la dirección de las instituciones más representativas del Estado como los son el exprocurador Alejandro Ordóñez, abiertamente homofóbico y quien busca revivir la Constitución de 1886; César Gaviria, quien vendió al Partido Liberal sepultando sus restos en esta campaña; Andrés Pastrana, quien le entregó el país a las FARC en su gobierno; sicarios como «Popeye» simpatizantes de su ideología, condenados por parapolítica que los apoyan desde las mismas cárceles y toda una mafia que muere de ganas por regresar al poder.

¿Cómo confiar en un personaje del que poco o nada sabíamos hasta hace un par de años tal y como ocurrió cuando se apareció Álvaro Uribe Vélez y quien actúa bajo su influencia y control?

Estamos a solo una equis de evitar que regresen y, con solo una equis, mandamos a la basura a todos esos buitres que han preferido continuar con la guerra y hacer trizas la paz de una vez por todas. Hay esperanza, se puede.

 

 

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Imagen tomada El Carabobeño

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Nelson Villarreal
Administrador Financiero. Lector apasionado. Escritor aficionado. Trabajador social por convicción y soñador por vocación.