A los colombianos les dijimos que votaran por el candidato que dijera Uribe…

Opina - Política

2017-07-14

A los colombianos les dijimos que votaran por el candidato que dijera Uribe…

Después del resultado del plebiscito y con la capacidad de engañar, polarizar y lograr que los colombianos “salgan a votar verracos”, es posible que elijamos un presidente uribista. Esto sucederá mediante una coalición, en sentido eufemístico, pues en realidad quien se acerque a Uribe le tocará seguir sus órdenes.

Después de inopinadas alianzas y procesos de elección de candidatos así sea por cualquier mecanismo democrático o no, en el que converjan uribistas, conservadores, cristianos, centristas, ultraderecha, mamertos arrepentidos, turbas pastranistas, ordoño-lefebvristas y hasta gente de izquierda, según el eslogan “en el CD caben todos”, el candidato que quede va a ser alguien de la entraña de Uribe. Punto.

En esto no puede haber lugar a equívocos. El uribismo no va a correr el riesgo de poner un candidato con ideas diferentes, alguien que no sea completamente leal y obediente a Uribe y se le vuelva a ocurrir seguir su propio camino. No vuelve a pasar lo que les pasó con Santos.

Este presidente uribista será algo similar a la figura de Medvedev con Putin: Una muñeca matrioska soviética a través de la cual podrá manejar el país a su antojo. Líderes populistas, sean de izquierda o derecha, que controlan el poder en la sombra no admiten que su elegido se salga del libreto. Tal cual está pasando en Ecuador entre el actual presidente Lenín Moreno y Rafael Correa, apenas a dos meses de su elección. Correa se convirtió en el Uribe ecuatoriano. Las vueltas que da la vida.

¿Cómo sería un presidente uribista modelo 2018? Tal vez algo similar a los últimos dos años de gobierno del segundo período de Uribe. Es improbable que un presidente uribista contribuya a la reconciliación del país. Tendería a dividirnos más y a estigmatizar todavía más a sus opositores.

No le suena creíble a un presidente seguidor de Uribe, quien ha venido polarizando el país durante 16 años, llegar con un discurso de paz, perdón y reconciliación. Los primeros que lo matonearían y descalificarían serán los propios uribistas.

Les pasarán la factura a los entusiastas del Sí y a los críticos de Uribe. Todos estaremos chuzados, tanto propios como extraños. Solo basta recordar el caso del DAS y la campaña de Oscar Ivan Zuluaga. Como con el plebiscito, se ganaría por poco, por lo que la gobernabilidad sería difícil con un estrecho margen de maniobra en el congreso. Aunque para eso siempre existirá la mermelada, palabra que ahora quedaría proscrita del lenguaje uribista.

Paradójicamente es probable que no se hagan trizas todos los acuerdos con las Farc, siempre y cuando, y con un par de ajustes, la JEP contribuya a sacar de líos judiciales a exfuncionarios, a partidarios y a la propia familia de Uribe. No se puede volver a una guerra con las Farc, porque por sustracción de materia ya no existirán como grupo armado. Grupos paramilitares resurgirían con fuerza ocupando territorios a su antojo y sería previsible que el proceso de paz con el ELN se acabara.

Un presidente uribista difícilmente se meterá en otro proceso de paz. Pondría condiciones inalcanzables que harían inviable una negociación. Lo más probable es que se reiniciaría una guerra total contra el ELN combatiéndolos en donde se escondan, incluso en Venezuela. De paso, y si se les enreda por el camino, tumbar a Maduro si es que para entonces sigue el presidente. El ejército no se ha reducido y no hay que combatir a las Farc. Para muchos habría con qué. Ya hace parte del imaginario uribista la validación moral y legal para asesinar a Maduro, de la mano de uno de sus ideólogos, el conspicuo penalista Abelardo De La Espriella. Tanto es así que, su artículo con estas reflexiones filosóficas, lo retwitteó el propio Uribe. Ya se le borró del timeline.

Leyendo lo que publican los precandidatos uribistas, de lo que más les preocupa es el tema de Venezuela, por lo que es factible que buscaran una solución “más allá” de la simple solidaridad con los venezolanos. Este sí sería el premio mayor para el uribismo: ¡Librar al universo del castrochavismo! Las grandes ligas de la guerra. Aunque para eso seguramente tendríamos que verle los colmillos a los intereses económicos de China y Rusia en Venezuela, sus principales acreedores. Seguro para esta empresa, el presidente Trump nos parquearía un par de portaviones nucleares en la Guajira. Esto si él sigue siendo el presidente. En todo caso nuestro entusiasta presidente uribista sería uno de los únicos apoyos que todavía le quedarían en el mundo para ese momento.

Esto podría resolverse en una reunión en la que se revisaran con más profundidad “los problemas y perspectivas de Colombia y la región”. Todos encantados. ¿Extraño? La guerra es la principal premisa uribista desde que elegimos a Uribe en 2002. Elogiarían a nuestro Ejército como uno de los mejores del mundo y sin lugar a dudas el más apto para invadir a Venezuela. Y nos lo creeríamos.

Al final pueden terminar colisionando los intereses de China, Rusia y EE. UU. aquí a la vuelta de la esquina. Si todo esto nos parece impensable, solo hay que mirar a Siria, recordar que Venezuela tiene la mayor reserva probada de petróleo en el mundo y cruzar eso con la visión guerrerista del uribismo, de Trump, de Putin y la plata que le deben a China. Al menos los ingredientes para otro conflicto global ahí están.

Si creíamos que íbamos encaminados hacia una paz así fuera imperfecta, con un presidente uribista la guerra no se va a acabar. Las consecuencias son impensables y lo peor es que pospondríamos por más tiempo la solución a los problemas y necesidades reales de lo que para ese momento quede del país.

 

Eduardo Gaitán Villegas
Licenciado en Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid, con especialización en Marketing Político. Experto en Marketing de Consumo Masivo, Marketing de Lujo y Marketing Digital de Hotelería y Turismo.