Invitación a la Liendra

Hoy, desgraciadamente, mucha gente como vos, mi áptero amigo, confunden los municipios. Por eso, la piedra es llamada como El Peñón de Guatapé, pues es claro que ahora pertenece a ese territorio, como antes de El Peñol, por lo que es conocida por muchos como la Piedra de El Peñol.

Sátira - Política

2022-03-03

Invitación a la Liendra

Columnista:

Manuel Felipe Álvarez-Galeano

 

Estimado Liendra: me permito llamarte así, porque, hasta donde sé, es como se te conoce o como te hacés llamar. De entrada, debo aclarar que no tengo la más pájara idea de qué es un influencer; sin embargo, no me gusta atribuir la deleznable superioridad moral con que se suele mirar estos gestos de la modernidad líquida: mi caso es pura y vívida ignorancia. Solo sé que es alguien que sube material entretenido a las redes y que, por lo general, tiene plata. Me alegra mucho que así sea.

Te cuento que estoy muy contento de que hayás visitado esta perlita del oriente antioqueño y que tengás la buena intención de promover el turismo de la región; no obstante, es necesario precisar algunas cosas que, infortunadamente, son comunes en quienes visitan el terruño, pues, más allá del noble propósito que te destaco, confundiste las historias de El Peñol y Guatapé, que, aunque hermanos, no son los mismos. Para hacerlo más cool, te contaré un cuentico:

Cómo te parece que, en 1644, Fray Miguel de Castro y Rivadeneira erigió un resguardo indígena que, posteriormente, fue llamado San Antonio del Remolino de El Peñol. Era un frondoso valle atravesado por un río apacible en que, mucho tiempo después, se construyó un puente donde la gente se hacía promesas de amor. El pueblo estaba rodeado de peñones que parecen las muelitas de Dios.

En 1714, se fundó El Peñol, en cuya jurisdicción estuvo la coqueta y colorida Guatapé hasta que esta se constituyó como municipio. Por allá, en 1903, un padrecito muy querido, José Dolores Giraldo, tuvo una visión en el pie de la Piedra de El Marial, antes llamada Dos Cabezas, en que la Madre de la Divina Pastora pidió que levantaran un templo en su honor. Además, hubo un vaticinio que definió el destino del pueblito: un dragón de agua vendría a devorárselo.

Setenta años después, la premonición tuvo su infausto resultado: el misterioso dragón, llamado EPM, acabó con el patrimonio material de más de 300 años, pese a la resistencia de sus habitantes. La gente debió emigrar a una ladera cercana, pues quería quedar lo más cerca posible de su crisol de nostalgias. Mi familia tenía una finca llena de aguacates, tomates y fríjoles, en una aldea cercana, conocida como El Uvital, pero también debió emigrar. Mi abuelito jamás se recuperó de la pérdida.

Lo único que quedó levantado es la iglesia; sin embargo, en una pataleta, el jinete del dragón de agua la destruyó. Ahora, el pueblito que renació entre barrancos tiene por nombre El Peñol, pues decidieron conservar el del vallecito, en cuya represa hoy los olvidos se sientan a conversar con las truchas. Por eso y por los rastros de una guerra insaciable, es conocido como la “Fénix” de Antioquia.

Hoy, desgraciadamente, mucha gente como vos, mi áptero amigo, confunden los municipios. Por eso, la piedra es llamada como El Peñón de Guatapé, pues es claro que ahora pertenece a ese territorio, como antes de El Peñol, por lo que es conocida por muchos como la Piedra de El Peñol. Son dos pueblos hermanos que tienen pedazos de historia común. Hoy, El Peñol que fue rescatado, para muchos es un hogar de paso, pero ha aprendido a sobrevivir con el turismo y el pundonor de los campesinos.

Si querés, hacé una rectificación; no te cuesta nada. Podrá parecer una bobada, pues estos tiempos suelen mirar con desdén estos asuntos. A lo mejor, con esto, en algo ayude para que te convirtás en un tierno piojito. De paso, te das una vueltica y podés profundizar sobre este relato en el Museo, con la honrosa guía de don Nevardo. Te das una pasadita por las Cascadas; la Piedra del Fantasma; la Cueva del Viento; la iglesia de Nuestra Señora de Chiquinquirá, que tiene una insólita forma de piedra que rinde homenaje a la historia. ¡Bienvenido, parcero!

 

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Manuel Felipe Álvarez-Galeano
Filólogo hispanista, por la Universidad de Antioquia; máster en Literatura Española e Hispanoamerica, por la Universitat de Barcelona. Aprendiz de escritor, traductor, corrector y conferencista. Estudiante del doctorado en Estudios Sociales de América Latina, en la Universidad de Córdoba, Argentina. Docente de lengua y literatura, de lenguas clásicas y romances, y de estudios sociales. Ha publicado los libros El carnaval del olvido, en Málaga, España (2013); Recuerdos de María Celeste, en Medellín (2002), y la novela El lector de círculos, en Chiclayo, Perú (2015).